Donde se cruzan los pasos de Dios y del hombre
Donde se cruzan los pasos de Dios y del hombreUna reflexión teológica a partir de los Evangelios
Por Felisindo Rodriguez, asistido en la redacción por IA.
Por Felisindo Rodriguez, asistido en la redacción por IA.
1. El misterio del encuentro
En la Escritura, los grandes momentos de la historia de salvación nacen siempre de un encuentro. No es una mera coincidencia; es un “kairos”, un tiempo cargado de sentido en el que la iniciativa divina y la apertura humana convergen. La Biblia entera podría leerse como una narración de estos pasos que se buscan y se encuentran: desde Dios que camina en el jardín buscando a Adán (Gn 3:9) hasta Cristo resucitado que sale al camino de Emaús para encender un corazón apagado (Lc 24:13-35).
En los Evangelios, este encuentro se manifiesta en un doble movimiento:
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Dios, en Cristo, que busca, llama y se adelanta.
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El hombre, movido por la sed, que se levanta y va hacia Él.
No son movimientos paralelos, sino entrelazados. La iniciativa de Dios provoca la respuesta del hombre, y la respuesta del hombre permite que la iniciativa de Dios se realice en plenitud.
2. La iniciativa de Dios: un amor que se adelanta
El cristianismo afirma algo revolucionario: Dios no espera a que el hombre sea digno para acercarse.
Jesús busca a Leví cuando aún es recaudador de impuestos (Mc 2:14), llama a Pedro después de una pesca frustrada (Lc 5:4-11), y se adelanta a la súplica del paralítico en la piscina de Betesda (Jn 5:6).
En la parábola del hijo pródigo, el padre corre a abrazar al hijo “cuando todavía estaba lejos” (Lc 15:20). Esta es la esencia de la gracia preveniente: Dios se mueve primero, despertando en el corazón humano una inquietud que no existía antes.
3. La respuesta del hombre: fe que camina
Sin embargo, este amor no anula la libertad. Jesús llama, pero no arrastra por la fuerza. El joven rico se va triste (Mc 10:22) porque la invitación exige un paso que él no está dispuesto a dar.
La fe, en los Evangelios, no es mera aceptación intelectual: es un movimiento real hacia el Señor. La hemorroísa se abre paso entre la multitud para tocar el manto (Mc 5:27-29). Los amigos del paralítico rompen el techo para bajarlo frente a Jesús (Mc 2:4). Bartimeo grita más fuerte cuando lo quieren callar (Mc 10:48).
Esta fe activa no es una obra meritoria que “gane” la salvación, sino la apertura voluntaria a recibir lo que Dios ya ofrece.
4. El lugar del encuentro: la encrucijada de la gracia y la libertad
Cuando la iniciativa divina y la respuesta humana se cruzan, ocurre el milagro. No es un punto geográfico, sino un lugar existencial: el instante en que el corazón reconoce que está siendo buscado y decide dejarse encontrar.
Teológicamente, este punto es el espacio de la sinergia:
“El que te creó sin ti, no te salvará sin ti” (San Agustín, Sermones, 169).
Aquí, la gracia no sustituye la libertad, y la libertad no precede a la gracia: ambas se dan al mismo tiempo, como dos pasos que se encuentran en medio del camino.
5. Una lección para hoy
Muchos cristianos, por exceso de pasividad, esperan que Dios “haga todo” y confunden la misericordia con un automatismo. Otros, por exceso de voluntarismo, creen que todo depende de su esfuerzo. Los Evangelios muestran que la salvación es don y tarea:
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Don, porque nace de un amor que nos busca antes de que podamos buscarlo.
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Tarea, porque requiere que nos levantemos y demos pasos reales hacia Él.
En la vida cotidiana, este cruce se da cuando una palabra nos sacude, una lectura nos toca, una circunstancia nos quiebra… y decidimos responder. En ese instante, Dios y el hombre están frente a frente.
Conclusión
Los pasos de Dios y del hombre no se encuentran al azar. Dios siempre camina hacia nosotros, pero espera que nos movamos hacia Él. Ese punto donde ambos pasos coinciden es el umbral de la vida nueva, el lugar donde la historia personal se convierte en historia de salvación.
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